En la antigüedad, los santos luchaban por la hegemonía. Un joven conocido como el «Dios Durmiente» resultó ser una bendición disfrazada y abrió una habilidad que desafiaba al cielo. Desde entonces, un genio con una fuerza física sin parangón dominó el mundo, acuchilló las estrellas con su espada y miles de genios se arrastraron y temblaron bajo sus pies. En un mundo en el que surgen héroes, yo soy el único que domina.